Oporto y alrededores con nuestro amigo peludo

vista nocturna de Oporto desde las bodegas. El Duero y el puente Luis I
vista nocturna de Oporto desde las bodegas. El Duero y el puente Luis I

Nuestra escapada a Oporto fue una de esas pequeñas aventuras que se recuerdan con una sonrisa. Como siempre, viajamos con nuestro compañero peludo —que se porta de maravilla, aunque a veces tiene sus momentos—, y eso nos obliga a planificar con un poco más de cuidado. Portugal, en general, no destaca por ser especialmente pet-friendly, así que nos decidimos por alquilar un apartamento, lo que nos permitió estar cómodos y tranquilos, sin tener que dejar atrás a nuestro amigo de cuatro patas. Así que ¡a por Oporto con perro!

Paseando por Oporto (¡y sus cuestas!)

Oporto y sus cuestas. Calle
Oporto y sus cuestas
Calle de Oporto
Calle de Oporto

📚 Dedicamos un día completo a recorrer Oporto, y fue una maravilla. Empezamos por la catedral, imponente en lo alto de la ciudad, y seguimos hasta la famosa estación de São Bento. ¿Qué decir de esos azulejos? Yo no puedo resistirme: esos baldosines son de los más bonitos que he visto, auténticas obras de arte que cuentan historias en azul y blanco.

Estación de ferrocarril con alguna de las baldosas que lo adornan en la entrada. Uno de los imprescindibles qué ver en Oporto

🗨️Pero Oporto no se lo pone fácil a nadie: cuestas por todas partes. Una anécdota divertida fue cuando, intentando llegar a la estación, preguntamos a un policía por el camino. Muy amable, nos indicó por dónde ir… pero con una sonrisa nos advirtió que tendríamos que bajar (y luego subir) una cuesta de aúpa. Nosotros pusimos cara de horror, y él, tan tranquilo, estaba subido en su bicicleta. ¡Y la había subido! Toda nuestra admiración.

“Las cuestas de Oporto no perdonan… ¡y aún así hay quien las sube en bicicleta!”

panoramica de puente de Luis I al atardecer
puente de Luis I al atardecer

Terminamos el día contemplando el famoso puente de Don Luis I al atardecer. No exagero si digo que fue un espectáculo: el sol cayendo, el cielo dorado, el río brillando… y muchísima gente disfrutando del momento. Uno de esos recuerdos que se quedan grabados.

«Ver el atardecer desde el puente de Oporto es uno de esos momentos que se te quedan grabados para siempre.«

La aventura del coche (o por qué a veces es mejor un taxi)

Vista de las bodegas , las barcazas y el rio desde arriba
Vista de las bodegas , las barcazas y el rio desde arriba

Desde nuestro alojamiento en la parte alta de Oporto, intentamos bajar con el coche a la zona de las bodegas de vino, junto al río. El GPS nos marcaba una ruta cruzando un puente… que estaba en obras. Nos desvió por otra calle y, sin exagerar, fue una de las situaciones más angustiosas del viaje.

un coche, en este caso es un gran Cherokee Jeep,  un globo que sale del coche diciendo guau, guau, ladrando, y yendo por una calleja muy estrecha, como un pasillo, y en rampa, o sea, hacia abajo. No sé sabe si el coche va a pasar por los lados de la calle antigua o no
bajando hacia el rio. Atrapados o zambullidos.

🤯 Perdidos en las cuestas de Oporto… y casi directos al Duero

Íbamos con un coche grande, un Jeep Grand Cherokee, y de repente nos vimos bajando por una cuesta tan pronunciada que yo pensaba que acabábamos directos en el Duero. Para colmo, la calle cada vez era más estrecha. Hubo un momento en que dudamos seriamente si podríamos seguir o si nos íbamos a quedar atascados sin poder dar la vuelta. No había opción de retroceder, así que seguimos… y por suerte salimos del embrollo.

Bodega

Eso sí, os lo digo desde la experiencia: si queréis bajar desde la parte alta de Oporto hasta la ribera para tomar algo o visitar las bodegas, mejor coged un taxi. Os evitaréis un mal rato y probablemente os saldrá más barato que un ataque al corazón.

Consejo de viajero impenitente: si estás en lo alto de Oporto y quieres bajar a la zona de las bodegas… mejor toma un taxi. Tu corazón (y tus frenos) lo agradecerán.

barcazas en el Duero
Barcazas en el Duero

Excursiones desde Oporto: Aveiro y Costa Nova

Aveiro, la pequeña Venecia portuguesa (y el lugar donde nuestro perro se peleó con las estatuas),

Aveiro. Barcazas que pasean por el rio.

Una de las primeras escapadas fue a Aveiro, una ciudad encantadora que muchos llaman la «Venecia portuguesa». Muy turística, sí, pero con encanto: canales, barcazas de colores, tiendecitas y ese ambiente relajado de los sitios que invitan a pasear sin prisa.

🤭 Lo más divertido fue nuestro perro: por alguna razón inexplicable, se puso a ladrar a las esculturas que encontraba por el camino. Una de esas manías perrunas que hacen sonreír a todo el mundo.🐾

golden retriver ladrando a una estatua
Danko ladrando a una peligrosa estatua

“Las estatuas no se mueven, pero nuestro perro las detecta como enemigos potenciales.”

Rayas frente al mar: la singular Costa Nova, aunque no vimos la playa

Casitas de colores y rayas en el paseo de Costa Nova. Amarilla y azul
Casitas de colores y rayas en el paseo de Costa Nova

Muy cerca de allí está Costa Nova, donde fuimos en busca de mar.

Costa Nova playa con niebla
Costa Nova playa con niebla

La playa es famosa por sus casitas de rayas de colores: blancas, verdes, rojas, amarillas… Un rincón de postal. Tuvimos la mala suerte de que el día salió con niebla, así que apenas vimos la playa, pero aun así mereció la pena.

Casitas de colores y rayas en el paseo de Costa Nova, azul. negro y granate
Casitas de colores y rayas en el paseo de Costa Nova

“Aunque la niebla nos robó la playa, los colores de Costa Nova nos regalaron la postal.”

Volvimos otro día por la tarde a Aveiro, ya con más calma, simplemente para dar una vuelta por sus tiendas, que aunque turísticas están muy bien cuidadas y son agradables de recorrer.

Guimarães: la cuna de Portugal

Castillo de Guimarães. Esta en lo alto de la colina, se ven las escaleras, la puerta y las almenas
Castillo de Guimarães

📚 Otra excursión fue a Guimarães, considerada la cuna de Portugal. Es una ciudad con historia, con su castillo en lo alto, rodeado de cuestas (¡cómo no!), plazas acogedoras y calles empedradas. En el parque junto al castillo nos abordó una mujer simpática que nos convenció para entrar en una sala de proyección 3D. Le dijimos que íbamos con perro, pero nos aseguró que no importaba. Por supuesto, pasamos por taquilla antes. La película no era ninguna maravilla, pero tenía su gracia.

Paseando por Guimarães. Muro de iglesia
Paseando por Guimarães
Paseando por Guimarães. Patio con plkantas y escalera

Comimos en una de las plazas, en una terracita encantadora.

Plaza de Guimarães
Plaza de Guimarães

Como casi siempre en Portugal, comimos muy bien y por un precio razonable, más barato que en muchos lugares de España. Después de un paseo más entre las callejuelas, volvimos a Oporto.

templete gótico. Una cruz cuelga de su techo
templete gótico

Fátima: una visita breve (y ardiente)

Uno de los días también nos acercamos a Fátima, aunque ya lo conocíamos de otras veces. Esta vez fue un poco distinto: nada más llegar con el perro (siempre por fuera, claro), un policía muy serio se acercó a dejarnos claro que allí, con perro, nada de nada. Así que decidimos tomárnoslo con humor: quizás la Virgen de Fátima nos está diciendo que ya hemos ido demasiadas veces.

Eso sí, no podíamos irnos sin ver la «barbacoa» de cirios.

Esa zona donde los fieles encienden velas no es apta para calurosos: aquello arde como si fueran fallas, y no sé yo si algún día no se va a salir de madre.

Basílica de Ntra Sra de Fatima. Escalinata, entrada principal y torre con campanario
Basílica de Ntra Sra de Fatima
arbol de las apariciones de la Virgen
arbol de las apariciones de la Virgen

“Tal vez la Virgen de Fátima ya nos había bendecido en otras visitas… y esta vez no hacía falta volver.”

Nazaré: las olas gigantes

La última escapada fue a Nazaré, un pueblo marinero con fama mundial por sus olas gigantes. Tiene una fosa oceánica frente a la costa que genera olas de altura descomunal, y es lugar de peregrinaje para los amantes del surf. El ambiente es animado, con turistas y curiosos por todas partes. Aunque no nos metimos al agua, solo ver esas olas desde la costa es sobrecogedor. Un trocito de Hawái en el Atlántico.

«Pequeños, dorados, irresistibles…»

pasteles de nata o de Belem. Redonditos con una capa de hojaldre y de relleno crema pastelera. espolvoreados con azucar o canela

pasteles de nata o de Belem

Nada como un pastel de Belém (pasteis de nata) recién hecho, con su hojaldre crujiente y su crema templada y suave. En cuanto das el primer bocado, entiendes por qué han cruzado fronteras y conquistado paladares. Los sirven espolvoreados con canela o azúcar glas, pero su auténtico secreto está en ese equilibrio perfecto entre tradición y sabor.

“Un solo pastel no basta… y dos nunca son demasiados.”

Reflexión final

Danko, el golden retriever.  Foto de la cara
Danko, el golden retriever

Volvimos a casa con una sonrisa y muchas historias para contar. Portugal es precioso, se come de maravilla, pero no es fácil viajar allí con perro. Los alojamientos pet-friendly escasean y en muchos sitios te miran con recelo si llevas uno, aunque sea tan educado como el nuestro. También hay que tener en cuenta que moverse en coche no es barato: entre peajes y gasolina, se va un pico.

Aun así, lo volveríamos a hacer. Viajar con nuestro amigo peludo es parte del encanto de nuestras escapadas, y Oporto y sus alrededores nos dejaron un puñado de recuerdos inolvidables.

¿Y tú? ¿Has estado en Oporto o en alguno de estos lugares?

📣 Nos encantaría saber tu experiencia: ¿has viajado por Portugal con tu perro? ¿Te resultó fácil o complicado? ¿Conoces algún rincón especial que se nos haya escapado?
Déjanos tu comentario más abajo, ¡nos gusta aprender de otros viajeros impenitentes como tú!

Por último. 🔧 Lo que aprendimos: en Oporto, las cuestas y los coches grandes no son buenos amigos.

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