«El umbral de lo desconocido: viajes entre mundos que no siempre vemos»

pasarela por la playa y niebla
foto: Costa Nova

Series liminales. Archivo parte I

«Hay lugares donde la realidad se resquebraja… y, si uno mira demasiado tiempo, puede ver algo que no debería.»
Fragmento atribuido al manuscrito de Arkham, autor anónimo, circa 1923

Archivo Liminal – Parte I: Lugares que se cruzan

Clasificación parcial de espacios frontera según la Teoría de la Percepción Liminal

Prólogo

La mayoría de los viajeros recuerdan los destinos. Algunos incluso recuerdan el trayecto.
Pero hay quienes, sin saberlo, atraviesan espacios que no son ni uno ni otro. Lugares detenidos entre lo que se deja atrás y lo que aún no se ha alcanzado.
Este archivo recoge cinco de esos lugares. No están conectados por la geografía ni por la historia. Solo por su naturaleza ambigua, su cualidad de umbral.
Cada uno funciona como una grieta —a veces reconfortante, otras inquietante— en la experiencia lineal del tiempo y del espacio.

Los hemos clasificado de forma provisional, sabiendo que este trabajo, como los propios lugares, jamás podrá darse por terminado.

Introducción

Hay fotografías que uno toma casi sin pensar: una calle solitaria, una escalera mal iluminada, un andén vacío al anochecer, una puerta entreabierta en mitad de un pasillo. Son imágenes que, vistas días o meses después, provocan una punzada extraña, un leve escalofrío, una pregunta sin respuesta.
No muestran monumentos ni paisajes espectaculares. No fueron tomadas con intención artística. Pero tienen algo. Un eco. Un silencio denso. Una grieta.

Viajar no es solo desplazarse de un lugar a otro. A veces, sin saberlo, caminamos por espacios que no pertenecen del todo al mundo que habitamos. Lugares de tránsito que no son ni el principio ni el final, sino algo intermedio. Una especie de tierra de nadie donde las reglas cambian y el tiempo parece suspenderse.

A estos lugares los llaman espacios liminales.

Estamos construyendo un pequeño grimorio de lo invisible.

En esta entrada, te invito a un viaje distinto: no a una ciudad ni a un paisaje concreto, sino a esos rincones que nos desconciertan. A través de imágenes tomadas en mis desplazamientos, exploraré esos umbrales que separan lo conocido de lo incierto. No hay mapa para estos territorios. Solo una sensación persistente de que algo está a punto de suceder… o de revelarse.

¡Abre bien los ojos. No todo lo que parece vacío lo está!

Espacios liminales: El pasaje que susurra madera antigua

Clasificación: Umbral de Tipo II — Zona de tránsito prolongado (Tránsito Anómalo)
Estado de la anomalía: Activo en condiciones de silencio y baja afluencia. Precaución recomendada.

espacios liminales:  zona de transito, un callejón entre maderas
foto Noruega

No era un callejón cualquiera. Las maderas combadas, las lámparas amarillentas que apenas disuadían la penumbra y el silencio denso lo convertían en algo distinto. Aquel corredor parecía construido no para ser cruzado, sino para contener algo. Algo que duerme. O espera.
El aire allí no era del todo fresco, ni del todo viciado. Tenía una textura casi líquida, como si el tiempo, al entrar, se volviera más lento. Nadie parecía notarlo, salvo quien lo fotografió.
Y al fondo… esa claridad blanca, excesiva, no se asemeja a la luz del día. Es más bien una especie de vacío luminoso, una boca sin rostro que absorbe los pasos y borra el sonido de los tacones en la madera.
Los ancianos del puerto no hablan de este lugar. Solo dicen que, si alguna vez oyes que algo te llama desde allí —y no ves a nadie—, no respondas.

Espacios liminales: El sendero donde los pasos se borran

Clasificación: Umbral de Tipo I — Tránsito Estático (Congelamiento del Tiempo Parcial)
Estado de la anomalía: Latente. Aumenta su efecto con el silencio y la nevada.

Hay caminos que no conducen a ningún sitio. Este, sin embargo, no conduce más que hacia sí mismo.
Las pisadas desaparecen apenas se imprimen. El murmullo de la ciudad, que alguna vez rozó las ramas, no llega hasta aquí. La nieve cubre no solo la tierra, sino la memoria.
Cada figura que lo atraviesa parece surgir de una dimensión anterior al presente, avanzando lentamente hacia un punto que nunca alcanza. Como si el paseo estuviera destinado a repetirse eternamente, desde un origen sin nombre hasta un destino que no llega.
Los árboles, desprovistos de hojas, extienden sus ramas como filamentos de un mecanismo detenido, como nervaduras de un mundo olvidado por el tiempo.
Dicen que si te quedas muy quieto en este sendero, y no respiras, puedes escuchar no el crujido de la nieve, sino la voz del invierno mismo, preguntándote si estás seguro de querer volver.

Espacios liminales: La Ciudadela de las Horas Repetidas

Clasificación: Umbral de Tipo III — Entrada a Espacios Imaginarios Permanentes
Estado de la anomalía: Activo solo al anochecer. Persistencia alta en la memoria onírica.

espacios liminales: entrada nocturna a la ciudadela de Carcasona
foto: Carcasona

Algunas fortalezas no fueron construidas para resistir ejércitos, sino para atrapar ecos.
Este bastión, iluminado con la luz dorada de un tiempo imposible, no pertenece al presente, ni exactamente al pasado. Atraviesas su arco y te parece recordar un sueño de infancia, una historia que te contaron antes de dormir y cuya última frase nunca fue dicha.
Las piedras están calientes aún tras siglos de abandono —o eso juran los que regresan. Los pocos que han entrado dicen que el interior no es siempre igual: a veces escaleras que suben al cielo sin final, otras veces plazas con relojes que giran al revés.
Y siempre, siempre, hay una figura que te precede, doblando una esquina justo antes que tú.
¿Es alguien más que ha soñado contigo? ¿O eres tú mismo, avanzando en bucle, atrapado en la hora en que el mundo cerró los ojos?

El Sendero de los Días Suspendidos

Clasificación: Umbral de Tipo I — Continuidad anómala en espacios naturales.
Estado de la anomalía: Fluctuante. Solo se activa en condiciones de silencio absoluto.

Espacios liminales. Una carretera entre arboles verdes y solitaria
foto: valle del Tietar

No hay viento en este bosque.
No hay pájaros, ni hojas que caigan, ni insectos que molesten la piel. La carretera avanza suavemente hacia un punto que se curva más allá de la vista, y ningún viajero ha podido recordar si alguna vez llegó al final.
Los árboles, todos jóvenes y viejos a la vez, inclinan sus ramas como si escucharan, como si el bosque entero respirara de forma contenida, esperando.
Algunos relatos recogidos por el Archivo mencionan un sonido apenas audible —como un reloj sin manecillas— que acompaña a los caminantes. Si se detienen, el sonido también lo hace. Si giran sobre sus pasos, la senda detrás parece distinta.
Más de uno ha dicho haber encontrado allí una versión distinta de sí mismo. O quizá no era «distinta». Solo… anterior.

El Puente que No Recuerda de Dónde Viene

Clasificación: Umbral de Tipo III — Tránsitos que desdibujan el origen.
Estado de la anomalía: Permanente, aunque sólo se activa en tránsito sostenido.

Espacios liminales: puente entre Dinamarca y Suecia. atirantado y alos bordes se ve parte del mar-
foto: Puente entre Dinamarca y Suecia

Los informes coinciden: cruzar este puente provoca una extraña desorientación.
No se trata de vértigo, ni de mareo. Es otra cosa.
Los conductores, si van solos, aseguran que la línea del horizonte parece acercarse, pero nunca lo suficiente como para alcanzarla. Algunos escuchan en la radio palabras en idiomas que no reconocen. Otros ven —por el rabillo del ojo— un coche idéntico al suyo, a la misma velocidad, en el carril opuesto.
Pero lo más inquietante es lo que sucede al llegar al otro extremo:
Uno recuerda a dónde va.
Pero no siempre recuerda de dónde viene…..

Epílogo

Cinco lugares, cinco maneras de «estar entre».
Entre el ruido y el silencio, entre la historia y el instante, entre lo que somos y lo que intuimos.
Los umbrales no son destinos: no se viaja a ellos, se los atraviesa. O mejor dicho: a veces ellos nos atraviesan a nosotros, casi sin darnos cuenta.

Este archivo no pretende explicar nada. Solo dejar constancia.
Como una colección de ecos. Como un inventario de latencias.
Y, sobre todo, como una invitación a mirar con otros ojos eso que solemos pasar por alto: los bordes.

Porque hay más.
En otras fotografías, en otros cruces, en otros silencios que aún no hemos registrado.
La Parte II está latente.
Solo es cuestión de esperar el momento en que, otra vez, el mundo se abra en umbral.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.