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Rollo de justicia de Mombeltrán

Caía le sol cuando llegamos aquella villa, el cielo rojizo del horizonte se mezclaba con un azul oscuro que se reflejaban en las nubes, la luz era tenue pero podía verse con claridad el letrero que franqueaba la entrada de la población. Los demás fijaron la mirada en mi, pues era el único que sabia leer, carraspeé el texto para incrementar la autoridad que del letrero se desprendía, «EN ESTA VILLA HAY JUSTICIA».

Todos se rieron con fuertes carcajadas y el más veterano del grupo dijo, pues no estaría mal probar por una vez algo diferente y avanzamos buscando una posada.

Después de meses recorriendo caminos peligrosos y sin ley, durmiendo a la intemperie y satisfaciendo los estómagos con dudosos majares preparados por Paquillo, antiguo aprendiz en las cocinas de los más afamados penales de la península, aquella pulgosa posada nos pareció palacio de realeza. Con las alforjas llenas de monedas de oscura procedencia, nos dispusimos a vaciar la despensa.

Escasa comida y mucho vino de dudosa calidad, hizo subir el tono de nuestras bravuconadas. En esta estábamos cuando llego una cuadrilla con aviesas intenciones. De repente el choque de hierro y el olor de la pólvora cubrió la estancia. Escape mal parado y me oculte donde pude, de la posada salían aquellos hijos de una infiel gritando y buscando por todas las esquinas. Mis compañeros debían haber escapado, solo restaba descansar oculto para reponerme y esperar a que la partida que saliese a buscarnos de mañana y dejasen la villa sin vigilancia, lo cual me permitiría reunirme con mis compañeros en nuestra guarida.

De mañana, la algarabía de los niños, me alejo del mundo de Morfeo. Aquellos mocosos gritaban y corrían detrás de unos pellejos de oveja negra, mientras los pateaban y lanzaban lejos del alcance de los mayores que las perseguían mientras increpaban a aquellos hijos de Lucifer. Ya con los pellejos en mano los adultos se dirigieron a una columna a las afueras del pueblo. Seguro que estos nacidos de una puerca son adoradores de algún antiguo demonio.

Aprovechando que la población estaba vacía, recupere el caballo y mis enseres, incluidas mis armas, pero ni un mal maravedí, apuesto mi alma a que estos descendientes de una bruja verrugosa esperan tener 100 años de perdón quedándose con mis monedas, así se les convierta en cagarrutas. Me oculte de nuevo junto con mi caballo a la espera de que no lo echasen de menos.

Con el pueblo en calma, me dirijo silenciosamente en dirección aquella siniestra columna, ya que a la vera de esta

el camino salía de la villa en dirección a las montañas.

Por el camino vi los pellejos vacíos y tirados por en el suelo, rara costumbre las de estos asnos lugareños. Apreté el paso para alejarme lo mas deprisa que pude y al llegar a la altura de la columna procedí a montar en mi caballo. Ya a lomos de mi montura di un ultimo vistazo para ver si alguien me había visto y al girar la cabeza detuve mi vista sobre la columna y el frio recorrió mi espalda, desde aquel preciso momento luzco canas en lo que antes era negra cabellera. Diereis que pudo causar tal espanto en mi, un mísero ser curtido en mil peleas, ello era la imagen de la las cabezas de mis compañeros suspendidas de aquella columna del averno, entonces recordé el letrero, EN ESTA VILLA HAY JUSTICIA.

Rollo de Mombeltrán

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